Han pasado 35 años desde que se estrenó y lo más sorprendente es que el paso del tiempo no ha hecho más que revitalizar y consolidar sus virtudes, hasta el punto de convertirse en un clásico indiscutible de la ciencia-ficción que ha ejercido una influencia notable no solo en dicho género, también en un cine negro que pocas veces ha alcanzado virtudes narrativas tan fascinantes. En efecto, Blade Runner ha mejorado tanto en estas tres largas décadas que muchos se refieren a ella en términos de obra maestra. Ahora, más tarde de lo que cabía pensar, aunque la cinta no alcanzó en taquilla cifras ni mucho menos espectaculares, nos llega por fin la segunda parte y lo hace sin el director original, Ridley Scott, que es solo productor ejecutivo, pero con el actor que se ha erigido en auténtico icono de sus fotogramas, Harrison Ford.
La novedad de mayor peso en el equipo técnico de la secuela es, sin duda, la presencia del director del Canadá francófono Denis Villeneuve, uno de los cineastas revelación de los últimos años, responsable ya de una filmografía espléndida que incluye títulos de la categoría de Incendios (2010), Prisioneros(2013), Sicario (2013) y, sobre todo de La llegada (2016), un relato de anticipación por el que fue nominado al Óscar a la mejor película y que se hizo con la estatuilla al mejor montaje de sonido. En el reparto, las tres incorporaciones más destacadas son las de los actores Ryan Gosling, Jared Leto, ganador del Óscar por el mejor actor de reparto en Dallas Bullers Club (2013) y la actriz cubana Ana de Armas.
Esto son los resortes humanos y argumentales que nos transportan 35 años después de los sucesos acaecidos en la primera entrega y un nuevo blade runner, el oficial K de la policía de Los Angeles descubre un oscuro secreto que podría desencadenar el final de la humanidad tal y como la conocemos. Este descubrimiento le lleva a buscar a Rick Deckard, un blade runner que lleva desaparecido 30 años Aunque ya no esté realmente basada en el libro, lo cierto es que la historia se sigue inspirando en los personajes de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick.
Villeneuve, quien se considera uno de los devotos de la película original, recuerda «ver Blade Runner por primera vez y quedarme impactado por la que pienso es una de las más potentes primeras escenas del cine: volando sobre Los Angeles de 2019, y viendo un paisaje de fábricas de petróleo. Ridley Scott creó una imagen tan fuerte de cómo sería el futuro que seducía y daba miedo al mismo tiempo».
«La estética de Blade Runner -continuó- fue revolucionaria. Fusiona dos géneros que a primera vista son muy diferentes: la ciencia ficción y el cine negro. Es algo que no se había visto antes, y me influyó profundamente. Fue parte de mi educación como cineasta mucho antes siquiera de que supiese que me convertiría en director». Scott admitió que, aún con todas las dificultades, nunca hubiese predicho lo icónico que se acabaría convirtiendo uno de sus primeros largometrajes. «No piensas -añadió- en ese tipo de cosas cuando estás en medio del proyecto, pero tenía claro que habíamos hecho algo realmente especial». Sin embargo, desde entonces se ha hecho evidente que la película de Scott predijo una serie de preocupaciones sociales que han ido en aumento. Parece más relevante que nunca, con el planeta a punto de llegar al momento en el que Blade Runner estaba ambientada, que se trate el tema del deterioro urbano, el cambio climático, la ingeniería genética, la sobrepoblación, la división social, los estratos económicos y demás. Ford acabó convirtiendo al personaje principal de la película, Rick Deckard, en uno de los más indelebles de sus representaciones en pantalla. «Sin duda fue profético en muchos aspectos. Creo que a medida que la tecnología evolucionó y la gente empezó a ver aspectos de la película reflejados en la vida real, hubo cada vez más razones para aceptar los temas de los que habla Blade Runner.