Capitán de yate: surcando los mares

Una de las formas clásicas de dividir el mundo que nos rodea considera, la tierra que es nuestro hogar desde eras inmemoriales; el cielo, una extensión infinita que cubre todo y en el que recientemente hemos aprendido a desplazarnos; y el mar, esa enorme superficie de agua que provee de alimentos e innumerables recursos.

Tanto es así que muchas culturas se asentaron permanentemente en las costas marinas y de modo natural intentaron surcar las aguas en diversos tipos de navíos. Al principio no era sencillo; pero, en la actualidad es diferente y para un capitán de yate es solo cuestión de recibir ciertos cursos, obtener la titulación correspondiente y por supuesto, disponer de una embarcación bajo su autoridad.

Navegar fue antes mucho más complicado, arriesgado y peligroso; no obstante, el diseño de las embarcaciones ha recorrido un largo camino. Estas se han visto sometidas a repetidas innovaciones; por ejemplo, los primeros modelos de los que se tiene registro eran solamente grandes árboles ahuecados, maniobrados con remos y asegurados con sogas.

Y mientras aparecían elementos como las velas para aprovechar la fuerza del viento o los valiosos motores que tanta potencia proveen, se tenía que usar la energía de muchos hombres sentados en las galeras, en jornadas agotadoras y muy desagradables.

Por fortuna, esos tiempos pasaron y navegar los océanos es hoy día, en el aspecto físico, de gran facilidad, presionar algunos botones y halar palancas. Aunque estar plenamente familiarizado con los antiguos términos marítimos; entre ellos babor, estribor, cubierta, proa, popa  y otros, sigue teniendo vigencia.

Y asimismo con los instrumentos, para poder orientarse efectivamente cuando los únicos puntos de referencia que se tienen son la posición del sol, la luna y las estrellas en lo alto y el horizonte hasta donde alcanza la vista; de esta manera, el experto siempre podrá saber dónde se encuentra y la ruta recorrida.

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